Deleite
bailan las caricias
enredándose tu piel, la mía,
exquisitas sensaciones
hurgando escondidos secretos,
alborada de pasiones
destilando deliciosos sentimientos.

Dos cuerpos… un beso,
placer…
se juntan los sudores
y tiembla el deseo por doquier,
se hacen arrullo los gemidos
entre suspiros
mientras tus manos
se posesionan de mi talle
resbalando suave
hasta el punto exacto
donde nacen los deseos.

Gozo
es llevarte al cielo
con un toque de mis dedos
y es… fundirme en tu aliento,
arder en tu aposento
bajo la misma piel,
bañados en menta y miel.
Embeleso… sensualidad,
dulce néctar tu boca,
almíbar de besos
me provoca…
hacerte mío entre helechos.


Delicia… el amor,
eres romero… soy incienso
en nuestra habitación.

El escultor



Manuel estaba cansado, llevaba muchos años trabajando maderas, metales, granitos, decidió que la escultura que acababa de concluir iba a ser su última obra.
La suerte le había sonreído, su labor era reconocida, recibía buen dinero por las ventas.
Muchos años de soledad y concentración habían sido la clave para aquel resultado.

- Están vivas, repetían no en pocas ocasiones, claro, exageraban bastante los seguidores de este arte milenario.

La talla representaba la figura de un joven, podía ser el mismo, claro que en su juventud.

El destino era el hall de entrada de una galería de renombre. Trabajo con entusiasmo, olvidándose muchas veces de comer y de dormir. Más aun, insistió en entregarla personalmente.

Fascinados los compradores se deshicieron en elogios.

Feliz recibió la paga, se premió con una buena cena y mejor vino, luego ya vería.

Le dio una buena propina al mozo, un muchacho con cierta inquietud en la mirada, quien le agradeció sin comprender, era demasiado dinero, los ojos se le llenaron de luz.

El escultor vislumbro el instante, había hecho su mejor tallado. La escultura de la galería no había sido la última.
No vuelvas la vista atrás, fiel amante, que lo que no imaginas es la sed de costumbre que te traerá de vuelta a mis sabanas como vuelve el sol al mar.

Luna mía


Son las noches, el momento en el que la mente vaga,
el corazón se intensifica, la memoria recuerda.

Son esas noches de soledad, esas noches que me inspiran.
La noches en la que las estrellas me hablan, me cuentan
lo ridículo que es este intenso sentimiento.

La luna que me muestra la inmensidad del universo
y la cercanía de nuestras almas.

La luna que nos acerca, la luna que nos mantiene lejos.
Las noches con luna, de soledad, de amor.

El silencio, la noche, la luna. Cómo no pensarte.
El silencio, la noche, la luna. Cómo no amarte.
Luna, si leyera mis pensamiento.
Luna, silencio, no reveles mi amor.

El bosque gris

Inadvertida paso por la ciudad
como un fantasma pasa por la casa,
que le sirvió de hogar y miro,
como la fría daga que no siente nada,
las líneas paralelas de las calles,
el doble sentido de las palabras,
la dualidad del mundo.

La doblez en el uso acostumbrado.
Las parejas errantes
que, en acopio de besos,
se embriagan entusiastas
de tardes y deseos,
entre las geometrías infinitas
y el murmullo del tiempo.

Y me vuelvo hacia adentro
a este apacible existir solitario.

Jungla de autistas



Tarde de calor, el sol empedernido en derretir asfalto. Una veintena de personas espera la luz verde del semáforo, mientras otros tantos se aventuran como animales cruzando un río en África. Pero el cocodrilo ataca al más débil, un pobre ciego que se confía y se estrella contra el parabrisas de un taxi que lo arroja cien metros adelante. La gente se sobresalta y retrocede o apura el paso, voltea la mirada por un segundo con un poco de morbo y, al ver que ya no hay peligro, recuerda inmediatamente lo apurada que va a ese asunto tan importante y sigue su camino mientras vuelve a acomodarse los audífonos.

Tu sexo en mi


Déjame buscar el momento único, selecto
de caminar por la vereda de tu tiempo
y hacerte muy mío
cubierto de sabores y de letras
rebuscando en el momento intenso la vida
esa que arrebatas con tus besos mi cuerpo
haciéndome temblar entre tus dedos,

Déjame , difundir esto que siento,
ser mar entretejida en tus sombras
meterme en tu piel fundirme en tu boca
que tu pecho sea refugio de mis besos.

Déjame hilvanar caricias de terciopelo
que tus manos moldeen de pasión
todo mi cuerpo
que tu boca, disfrute a capacidad
el sabor de mi interior
que grita ser tomado,
disfrutado, extasiado
acalorado, por el sabor de tu sexo en mi...

Epístola


Escribió la carta donde los argumentos parecían otorgarle la razón por completo. Preparó el nudo. Faltó al trabajo. Recordó momentos felices de libertad, pasado que ya no volverá a ser evocado. De pronto, la sintió presente. La vio entrar por la puerta. Caminó hacia él. Ella: totalmente fría; él: totalmente nervioso. Movió la silla, sintió caer al vacío. Un vacío que significaba final y comienzo. Un final digno del cobarde que había sido siempre. Solo un imbécil podía terminar así… pidiéndole matrimonio a la muerte

Mensaje

Y de repente apareció, como la niebla matutina que nos invade los días invernales y va desapareciendo al mismo ritmo que el sol, ese frío e invernal sol que va ascendiendo poco a poco a derretir el sutil rocío formado en nuestros tejados.

Sin embargo, su presencia fue breve aunque no en vano. Había venido con un objetivo muy claro: reavivar la alegría fugaz de nuestras vidas. No supe que significó esa sensación, hasta que por fin, vi una nota con un mensaje, el cual abarcó en mí un fuerte sentimiento de nostalgia: Estoy bien.

Con limitadas pupilas
y voz degollada
con el aliento encallado
en desertados lenguajes
este éxodo de palabras te busca
Y recorre este desértico silencio
como una caravana de flores y suspiros
que se hunde en un horizonte imaginario.

Viernes de un frio agosto, crece una duda en mi corazón. Yo nunca fui muy religiosa, y tal vez nunca lo sea. Poco a poco veo pasar los días, y las guerras, veo el hambre con que vive la mitad del mundo, veo como… como cerdos hambrientos de la inmundicia; van hacia el dinero y mientras más ricos son más ricos quieren ser .En tanto en otra parte del mundo miles de niños mueren. Mueren del flagelo más espeluznante que existe en ese mundo. El hambre cruel martirio para el que lo padece, un insignificante sollozo para el que mira de lejos. Que ni siquiera se digna a hacer algo por aliviar su pena y su hambre. Y poder aliviar su propia alma.

Cierro los ojos y pienso cosas que pueden pasar, y no hablo de cosas triviales o imaginarias, hablo de cosas posibles, lo malo es saber que todo lo que imagino no va suceder nunca.

Ante lo dicho, no estoy diciendo que me sucedan cosas impensables, sino que si quiero que algo suceda no debo pensar en ello, triste.

Soy de aquellas que se alimentan del pensamiento, de los sueños, que cuando cierra los ojos disfruta como si realmente viviera en un sueño.

Mi problema es la realidad que me es tan extraña, y esta impotencia de no saber qué hacer ante el sufrimiento foráneo y lejano.

Y otra vez amanece. Esta vez pido café con leche, mitad y mitad. Y una medialuna. Y dibujo media sonrisa. Y separo los días pares y los impares. Las horas y los minutos. Los días y la noche. Como sea, siempre la mitad de una vida.

Olvido


Mi cuerpo marcado por cicatrices del pasado, cada cual más profunda que la anterior. Todas con algo en común, la confianza. Me prometí cerrarme y no confiar en nadie más.

Y de pronto llegaste vos, con tu sonrisa perfecta, tus ojos de un verde intenso que me hacían suspirar… Y tantas cosas de vos me perdieron que no me di cuenta que en tu mano había una daga que iba directa a mi corazón. Y esta no haría una cicatriz, esta derramaría eternamente mi sangre mientras mi mente seguirá reprochándome, a través de recuerdos, por qué no te dejé entrar.

MI MUERTE

Había una vez  una mujer que poseía una pasión tan ardiente que podía incendiar una ciudad entera. Era romántica, viva. Sin embargo, nadie estuvo a su lado para darle calor.
 El frío fue devorándola lentamente por dentro. Primero, la llama latente en su interior se consumió. Después se helaron sus huesos, impidiéndola salir de la cama. Finalmente, su sangre se volvió sólida como el hielo y su corazón dejó de latir.
Murió sola, mientras el gélido aliento de la madrugada acariciaba su rostro, sin que nadie llegara a conocer el calor que ella ansiaba compartir.


El sol caía en un estruendoso despliegue de rojos, anaranjados y amarillos… El hombre pensó que jamás había visto un atardecer tan bello.

– ¿O será -se dijo- que nunca levanto la vista al cielo?

La súbita aparición de una mariposa interrumpió su divagar. El hombre la miró y supo que aquel ejemplar era el más hermoso de todos cuantos había conocido. Una certeza irrumpió en el fluir de su pensamiento: sólo por ese día, que iba a ser el último de su vida, le había sido otorgado el don de conmoverse ante la belleza.

Ángel de tormenta



Querías volar. Se te antojó no ser mortal. Deseabas elevarte, como una diosa que trota en el cielo. Suspirabas por que el sol te irradiara la espalda y el viento acariciara tu cara. Preferías no hacer el camino con los pies descalzos, como uno más. Eso era indecente para ti. El día que te marchaste hubo augurios de tormenta. El cielo estaba gris y no pensaste en la caída. No recordabas el dolor.

Te cegaron los relámpagos y tú creíste que fue el sol.

Te envolvieron las nubes hasta que desapareciste.

Se rasgaron tus alas de terciopelo.

Caíste.






Duelo injusto en el género de la vida.
Sueño de momentos de aliento
bruma en medio de un silencio estelar.
Dignidad solapada
mentiras hechas de leyes.
Disfraces de impunidad que dividen y corrompen lo humano.
Veinticuatro horas me pregunto ¿cómo vive otra mujer
en la escena azarosa de su existencia?
Pasean miles de ideas errantes de imágenes cristalizadas en presencia
deseosas de abandonar sus propias razones
Busca mi alma
la luz que brilla tras las gafas del tirano.
Mi ser se arroja en un temple que acalora y rescata su olvido.
Reloj florido de arena.
Amanecer exaltado.
Sinuosa pasión.

¡Bosquejo y obra de ti... mujer!

Algo


Algo debe haber en algún lado. Algo tiene que haber ocurrido.
Ninguna escalera conduce a la arena, ningún tren parte de un andén vacío.
Algo milagroso ha despertado. Algo sigiloso se ha enfurecido.
Las calles, celosas, ignoran balcones. Sótanos en llamas apresan al frio.
Algo debe haber a estas horas, que la gente resbala sin motivo.
El sol enmascarado saquea las aves, el día perturbado repite un suspiro.
Algo debe haber….
Un hechizo
Una burla
Un engaño suelto
Una musa despechada

Un duende mal dormido.