Laura Amankay

Compartido públicamente.  -  Ayer a la(s) 19:13
 
Miedo alejate
El miércoles en la mañana el frío que durante toda la noche atormento mis sueños estaba apunto de darme una pequeña tregua. El sol apenas calentaba la superficie de mi casa, entraba titilante por la ventana de mi habitación y daba un pequeño giro junto a la puerta impidiendo que luz y sombra se conjuntaran en la sala contigua. Pero que importaba esta sensación de alivio. Aunque, el reloj con su continúo tic tac agotaba mi existencia en el mundo, yo había decidido, por ser cómplice de la pereza, permanecer enrollada entre las sabanas hasta que el sol entrara por completo a mi cuarto. Quería soñar, insertarme en el mundo onírico. Cerré los ojos para invitar a mi cuerpo a que se sumiera en esas tierras lejanas. Mas, una voz que provenía de un no sé donde marco la sentencia: amaneciste, estás viva.  Y así, sin más, arroje las mantas al suelo, sabía que aquella voz no me iba a dar tregua hasta que cumpliera su propósito.
Mis pies tocaron el suelo frío, mis ojos aún entrecerrados buscaron las pantuflas, me estire un poco; el ritual de la mañana había comenzado. Más tarde, con otra ropa y con las cosas ya guardadas en mi cartera me dispuse a ser un segundo abandono. Cerré las puerta de la casa y con ello toda la locura que eso implicaba. Ahora la otra vida me esperaba.
Espere un poco más de lo acostumbrado, la cita estaba planeada a las 3:30 y yo llegue unos minutos antes. No hubiera querido regresas aquel lugar, pero siempre alguien me proponía volver. Que puedo desear de la vida sentada en este rincón sombrío-pensé-  El tiempo no transcurría con la misma rapidez de las horas pasadas. Antes que la desesperación se apoderara de mi.La hora llego, la mirada amigable de Jesi se encontraba frente a mi, ahora, sólo quedaba aguardar a que se nos uniera nuestra tercera cómplice. No tardo demasiado,  y juntas comenzamos a marcar el tiempo de ahora con recuerdos. Un instante después la presencia de una imagen conocida apareció ante mis ojos, y aunque yo intente evadir  su presencia, el disimulo de su mirada provoco la aprensión de mi espíritu. No quería reconocer que su presencia me atormentaba. El estomago me daba vuelcos. Y sudor comenzaba a  resbalar por la frente. Mis amigas no notaron todas estas sensaciones enfermizas que me abordaron. Sin embargo, el fin comienza ahí...

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