Cuando una brisa leve de crepúsculo, entraba por la ventana
y rozaba nuestros cuerpos desnudos…Él jugaba con mi mente. Provocaba con su voz
sensaciones únicas y me llevaba al límite de mis deseos. Sus dedos como llamas,
excitaban el fuego de mis entrañas y solo podía gemir frente sus atrevidas
caricias. Me llevaba a querer más y más. Suplicaba por sus dedos y su boca.
Cuando entro en mí, su fuerza y su dulzura eran una sola, aquel acoplamiento y
movimiento perfecto, era mi gran debilidad, pero esta vez, (no sé cómo), pude
continuar el ritmo sin llegar a término. Me había propuesto ver también mi poderío.
Con mi cuerpo deseoso y perezoso por dejar esa delicia, haciendo un esfuerzo lo
aleje de mí. Lo acaricié y sin mediar palabra tomé su sexo lentamente,
sobresalía erguido bajo las sabanas. Sentí el movimiento en la punta de mis
dedos y el fuego que abraso mi mano cuando lo acaricie a lo largo y ancho.
Tensó su cuerpo y sacó empujando su cadera como si ese movimiento le diera más
profundidad a la caricia........ Sentí que su respiración se agitaba y perdía
un poco la concentración en mi cuerpo. Jadeante vi brillar sus ojos como brasas
mientras acariciando con sus dedos mi boca, se mueve, se funde a mí y me dirijo
bajando por su cuerpo, recorriendo su piel hasta llegar a su pelvis aspire su
embriagante olor. Rocé apenas con mis labios su tibieza y murmuró mi nombre
como quien eleva una plegaria. Hundiéndose en el cálido y húmedo cáliz, mi
lengua jugosa lo potenciaba, dejándolo hacer y viviéndolo con todo su poderío. Estaba gozando mucho y
eso también me hacía disfrutar a mí.
Busque su placer durante un largo rato, su goce era tal que solo podía sentir
como llegaba al límite de su lujuria y
perdía su manantial ardiente, en el averno de mi cuerpo. .
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