Ese día de verano, mientras intentaba tomar su almuerzo en su casa de campo, las decenas de moscas, que habían en el ambiente, revoloteaban a su alrededor e intentaban posarse sobre su comida sin dejarlo almorzar en paz.
- ¡Belcebú! - gritó el joven, obstinado, mientras espantaba las moscas de su comida con una mano - ¡Controla a tus súbditos y ordénales que me dejen comer en paz!
Al instante, todas las moscas desaparecieron y el joven, sorprendido, terminó de comer tranquilamente; pero esa tarde, mientras tomaba la siesta bajo un gran árbol,  el joven tuvo un sueño muy extraño en el que millones de moscas lo atacaban y se lo llevaban volando a una oscura caverna, donde una grotesca mosca gigantesca lo estaba esperando para comérselo.

Al despertar, sudoroso y aterrado, el joven corrió a su vehículo, se montó y pasó toda la noche manejando de regreso a la ciudad, haciendo pequeñas paradas en todas las iglesias que encontraba en el camino para rezar un poco y jurar que más nunca volvería a jugar con demonios.

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