Instituto del tratamiento de las enfermedades nerviosas - 1° Parte


Insano_ sensato



Gerardo tiene 54 años, desde los 18 años  ha  pasado por clínicas psiquiátricas.
Hizo cuatro años superiores en una escuela técnica, y una mañana caminando por  los pasillos de aquel lugar, comenzó a mirar el techo, ya no volvió más, sus despertares son momentáneos.
De pequeño su padre y hermanos, él es el hermano mayor, lo incentivaban a ir al cine a salir, el solo leía,  y ante la insistencia familiar, iba al cine, En una de nuestras charlas llego a decirme “la guerra de las galaxias era donde todo se rompía, feo, feo “, esbozando  una sonrisa bobalicona.
Tengo  que confesar que Gerardo es una de mis debilidades, escondiendo sus ojos entreabiertos con la palma de sus manos se pasea por el corredor del patio del manicomio, sus pasos largos y correctos, como marcando distancia, al llegar al final gira en un pie y retorna con sus pasos largos.
Padece una esquizofrenia desorganizada,  mantener una charla con él es desesperante e interesante, salta de un tema a otro, señalando puntos en la palma de su mano izquierda nombra todos los huesos del cuerpo humano, me mira, sonríe, y  con el mismo ímpetu nombra uno a uno los presidentes Argentinos.
Hace 25 años está aquí dentro…
Gerardo… ¿que puedo regalarte para tu cumpleaños?
“Un libro grande sobre las edades del hombre, edad de piedra periodo paleolítico periodo mesolítico, periodo neolítico”
Y así va nombrando con su dedo índice apuntando león la palma de su mano los distintos puntos.
Gerardo… ¿Queres que pida permiso y salgamos a pasear?
Se tapa los ojos con sus manos y dice
“Disculpe Laura, tengo que seguir con mis cosas, déjeme solo “
Se sienta mirando la pared, su índice izquierdo señala puntos rápidamente en la palma de la mano derecha, no logro escuchar lo que susurra, números quizás, me aparto.
A Marta se le salió el pañal, Marcelo grita desesperado, como hormigas algunos corren, está la enfermera repartiendo cigarrillos, otros toman mate al sol, esquizofrénicos, depresivos… muchos abandonados aquí, ni siquiera reciben visitas.
Vuelvo a mirar a Gerardo, sigue mirando su mano, de cara a la pared.

Cierro la puerta. Ojala mañana comparta conmigo su breve despertar.

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