El sol caía en un estruendoso despliegue de rojos, anaranjados y amarillos… El hombre pensó que jamás había visto un atardecer tan bello.
– ¿O será -se dijo- que nunca levanto la vista al cielo?
La súbita aparición de una mariposa interrumpió su divagar. El hombre la miró y supo que aquel ejemplar era el más hermoso de todos cuantos había conocido. Una certeza irrumpió en el fluir de su pensamiento: sólo por ese día, que iba a ser el último de su vida, le había sido otorgado el don de conmoverse ante la belleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario