La elección

El hombre levanta la cabeza. Sus labios dibujan una fina línea apretada de terror. Con un gesto casi imperceptible para un humano, asiente. Frente a él, el diablo refleja su satisfacción, un gran arqueo facial que anuncia colmillos blancos, la lengua repasando las encías superiores, inspiración profunda para cerrar el trato: "Quiero tus ojos"
Sólo el ser que tenía ante sí podía resistir la mueca horrorizada del hombre. Cayendo sobre sus rodillas comenzó a llorar en silencio con desconsuelo infinito.
"Tu hija concebirá un gran hombre. Un guerrero que traerá fortuna y honor a tu linaje. Es un precio justo"
El diablo recorre un camino empedrado y sucio a través de una turba de demonios que se abren a su paso. Con miedo lo ven cubrirse la cabeza con el capuchón en que acaba su jubón gris. Sus pasos resuenan húmedos en medio de un estrepitoso silencio. Tras de sí, una enorme puerta de hierro sella su entrada en un caserón oscuro. Nadie sale a recibirle, como nadie nunca lo ha despedido al salir.
Se enciende un gran candelabro. A la luz aparecen pergaminos de cuero con lazos rojos, botes de cristal de extraños contenidos, una mesa y una silla de madera seca. Las paredes gimen la llegada del amo de las sombras. Lentamente saca de una bolsa pequeña los ojos del hombre. Dos pequeñas esferas blancas de pupilas dilatadas e iris azul. En sus manos recobran el brillo que las identificaba con la vida. Los reflejos celestes estallan en su rostro y rebotan por toda la estancia, silban en sus oídos como el viento que en otro tiempo conoció. Por una de sus mejillas resbala una lágrima. Antes de llegar al mentón se evapora.
En las puertas del Paraíso, un ángel habla con el Creador. Este ángel posee una inmensa sabiduría y una ambición aún mayor. Se sabe poderoso como su interlocutor y lo mira con la frente levantada, el pecho hinchado, los párpados entornados. No quiere seguir siendo un lacayo. La voz del creador suena como un trueno: "Has hecho tu elección. Yo pondré las condiciones".

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