Melodía lúgubre



El profesor Salinas fue mi maestro cuando estaba en la primaria, por casualidad me lo tope en una actuación de piano de un amigo mío. Tras ese encuentro termine visitando su casa.

Hablamos de los viejos tiempos… se suponía que debía ser un día agradable si tan solo el profesor no hubiera llevado a eso…

- Ah… por cierto, recientemente te he comprado algo raro. Fui a un viaje a Holanda, en un pequeño pueblo encontré una tienda de segunda mano, por alguna razón me sentí atraído por esa tienda, tan pronto como entre algo me llamo la atención, fue esto…

- ¿qué es?


- Es una caja musical.

La caja era color gris, antiguo, viejo, nada para asombrarse

-ahora, escúchala tu misma…

Dando vueltas a una manecilla que tenía comenzó a sonar una melodía hermosa, pero no encontraba nada especial en ello, a decir verdad.

- Tu cara no expresa emoción alguna, escucha otra vez de cerca…

Acerque mi oído a aquella caja, mientras el profesor seguía girando aquello, se estremeció mi piel al oír un susurro, una voz de hombre…difusa mezclada con la melodía.

Ese susurro ronco seguía, seguía…

- Entonces no eran suposiciones mías.

El rostro del profesor, notaba un encantamiento singular hacia aquel objeto, y por más que le pedía que dejara de hacer correr aquella melodía y esa voz… el seguía. Absorto, ensimismado…

Empezó a soplar una brisa que movía las cortinas de un gran ventanal que se ubicaba en el lateral de la sala, el profesor dejo de tocar aquella caja, y esta seguía sonando, y esa voz… esa voz.

El la tomo entre sus manos, y abruptamente la abrió, nada había ahí dentro.

Tome mi abrigo y dije que debía retirarme… el profesor, confuso, me acompaño hasta la puerta, antes de abrirla la cajita de música comenzó a sonar, esta vez la melodía sonaba más fuerte y la voz, esa voz, era un grito chillón, insoportable, aterrador, aquella brisa desapareció y viento helado invadió la casa, volando todo a su paso, nos arrojamos al piso, la cajita de música y sus sonidos, ese viento, esa voz…

De pronto silencio y calma absoluta, temblando quite las manos que cubrían mi rostro, todo estaba en su lugar… el profesor no.

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