Maniática

Y un día lo vi…y todas las voces que interactuaban en  mi mente, callaron. Todo en mi cabeza se silenció. Esas imágenes constantes desaparecieron.
Pero cuando lo vi, la única cosa en la que pude pensar fue en la curva seductora de sus labios, de sus labios, de sus labios.
Sabía que debía hablar con él. Le sonreí 23 veces en 60 segundos, si…fueron 60, 60.
Se acercó, no podía dejar de frotar mis manos al tiempo que me picaba la nariz, si, manos y nariz, manos y nariz.
En nuestra primera cita, pasé más tiempo organizando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con él.
Pero le encantó.
Le encantaba que tuviera que besarlo para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.
Cuando nos mudamos juntos él dijo que se sentía seguro, como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta 18 veces.
Yo siempre veía su boca cuando hablaba, cuando hablaba.
Cuando me dijo que me amaba, su boca se curveaba hacia arriba en los bordes.
En la noche él se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas.
El cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a él.
Algunas mañanas empezaba a besarlo para despedirme y el sólo se iba porque estaba haciéndolo llegar tarde al trabajo.
Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta. Me dijo que estaba tomando mucho de su tiempo.
La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.
Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a él; que todo esto fue un error, pero… ¡¿Cómo podría ser un error que no tenga que lavarme las manos después de tocarlo?!
Usualmente, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes escabulléndose en mi piel.
Me veo a mí misma siendo atropellada por una infinita línea de coches. Y él fue la primera cosa hermosa en la que alguna vez me he estancado.
Ahora sólo pienso en quién más está besándolo. Lo quiero de regreso tanto que…Dejo la puerta sin cerrar. Dejo las luces prendidas.

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