Sigo con inquietudes



Hace mucho tiempo tomaba una clase en la facultad sobre violencia en la literatura.
Entre las teorías que manejaba mi profesora había una que respaldaba todo el curso.
La teoría provenía de Elizondo, un escritor mexicano que decía (parafraseándolo): que la violencia es la irrupción repentina sobre algo lineal.
 Es decir una ruptura sorprendente, para Elizondo la violencia no estaba ligada a esta concatenación sentimientos mal intencionados e iracundos, sino a la alteración de orden y normatividad.
Cuando recuerdo esta teoría pienso que Elizondo estaba enfocado, de algún modo, a la frialdad y vacío del humano, que hoy en día está tan de moda. Para mi suele ser un pensamiento de salvación, algo que me permite interrumpir este hastío por la vida que a veces siento. No quiero decir que la violencia insana sea mi pro de vida: el matar, robar, hostigar etc. Sino la violencia ligada a la creación.
Veo a la creación como el llanto de un niño recién nacido: cuando los niños nacen se crean una especie de silencio que permite que se capte a plenitud su primer berrido en el mundo. Así, el nuevo ser marca su estancia rompiendo con la armonía, y al mismo tiempo da su primer aliento. Un aliento de esperanza.

En definitiva cada vez que deseo violentar mi entorno dejo de pensar en la televisión y las páginas sociales y me pongo a escribir. La escritura es el aliento que me hace existir.

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