De manera pausada y detallista, el artesano esculpió la
réplica a imagen y semejanza del encargo recibido por el viudo, quién, tras
entregarle una importante suma de dinero, decidió homenajear a su difunta amada
haciéndole un hueco en la eternidad.
No superó la desdicha; la obsesión venció a la razón. El
cuerpo inerte de la copia yació en el firme prolongando la austeridad de su
linaje. Él, abrazando la tristeza, decidió dejarse ir bajo un manto de
lágrimas.
El polvo y el tiempo siguieron su designio inescrutable
olvidando que dos amantes no se despidieron.
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