Escrito con Gela

La mecha, prendida por unas manos todavía intactas, resultó ser demasiado corta.
Había logrado destilar y condensar la esencia de un rayo de luz en estado puro, la fuente de la felicidad y el deseo, la piedra filosofal de la dicha, el antídoto contra la abulia y la tristeza, nada menos que el espíritu de la primavera y la resurrección.
Semejante descubrimiento merecía una celebración por todo lo alto.
Decidió salir del laboratorio a tomar el sol.
Ensimismado de sí mismo, en un largo rato de reflexión y de reposo de su agotamiento, no noto, que aquel halo de luz pura comenzaba a tomar forma, entre la luz radiante, comenzaba a notarse una frágil y encantadora figura, similar muy similar a la de la más bella Venus jamás ideada.
Cuando el entro al laboratorio, se topo con una criatura de piel dorada, y cabellos rubios, como el destello del sol mismo, los ojos más cristalinos que pudo imaginar, lo miraban intrigados…
Ella no hablaba, solo lo miraba, tampoco sabía que estaba desnuda, y a él se le notaba el éxtasis de contemplar su sobre natural belleza, y asombrado por su inocencia… al final esbozo la pregunta ¿Quién eres, cómo llegaste hasta aquí?
Las palabras pronunciadas por este ángel, con su voz perfumada y aterciopelada, fueron tan hermosas como espeluznantes.
Se bajo de la mesa, se acerco lentamente hacia él, y le susurro: He venido a hacerte feliz...
Jamás se supo más de aquel chico, el laboratorio, sus paredes fueron testigos únicos de lo ocurrido y ahora estarán mudas para siempre.

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