La sombra de las mentes sucias

Mastica chicle, su labial esta corrido, sus ojos estáticos de tanta falopa. Reza mientras fuma. Pide que llegue un borrador y lo elimine todo, que quite esas manos, esos morados en su piel, que tome esos cuerpos alebrestados de alcohol, les amarre la sucia lengua, les corte las manos con las que la torturan más allá de su imaginación, mucho más lejos del disfrute y cambie los gritos y las palizas por besos suaves y calientes. Que los hombres nazcan sin pene. Maldito músculo que los controla desde que son casi niños, palo ciego, estúpido, impulsivo con el que la hieren cinco veces al día.
La tomaron y la dejaron. Pero algunos vuelven, con más ganas, con más ideas fatuas, con una admirable imaginación para la tortura. Repite esto, grita aquello, cómete lo de más allá, si te aguantas te pago el doble.
 Las sombras la persiguen. Un culo abierto por aquí, un rastro de baba blanca más allá. Sus pezones irritados le hicieron jurar que nunca más los trataría así, y al recordar tanto maltrato siente dolor en sitios nuevos.
Llora su tristeza con vergüenza. Debe desnudar al cliente que la espera sentado en su colchón.

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