Lunática


Hacía ya dos años me había dado la llave de su casa, ella siempre sentía que se iba a morir, que palpitaciones, taquicardias, mareos, que un avión caería sobre ella y todas las tonterías que se le ocurrían a su mente hipocondríaca. Le daba miedo imaginar que un día podía caer en la ducha o por las escaleras, y que los vecinos notarían su ausencia y encontrarían su cadáver, cuando ya estuviera en avanzado estado de descomposición.

Algo totalmente estúpido cuando toda su vida se rodeó de gente que revolotea a su alrededor como lo hacen las moscas sobre la mierda.

Ya caía la noche, entre y la encontré sentada mirando esa telenovela mexicana, toda su vida mirando esos culebrones, ¡donde las viejas pintadas como puertas viven cien años , no se mueren caídas en la ducha!

_ ¡Aquí llego María de las Mercedes madre!

Tiro el mando de la tele al diablo y de un salto se tomó el pecho.

_ ¡pero que susto me has dado hija!

Me dirigí al baño, un baño que me conocía quizás mejor que yo. La mirada que me devolvía mi reflejo me erizo la espalda. Cuando se ha acumulado tanto rencor por tanto tiempo, el mismo aire se convierte en un barro espeso que vuelve dolorosa la propia respiración.

Volví a donde estaba y seguía concentrada con la novela, sin siquiera mover mis labios me hizo un ademan para que me calle.

Fui a la cocina, ella jamás cenaba, un trozo de queso en una tabla de madera era lo único que encontré como alimento.

No le di tiempo de nada, tomé la tabla y empecé a golpear con fuerza su cabeza hasta escuchar los huesos de su cráneo quebrar

¡Vos tenes la culpa! ¡Vos mataste a mi perro! ¡Asesina!

Ella aún sorprendida, me dirige una mirada de compasión maternal y tristeza, mientras su estampado sofá se llena de sangre.

Con un hilo de voz susurra

_ Pero hija estás loca…

_ ¡Estamos mama, estamos!

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