Todo parecía normal en aquella pequeña casa de alquiler que habitaban hacia poco más de un mes.
Al principio sólo eran sonidos, rasguños en la almohada que Claudia mantenía abrazada mientras trataba de descansar después de tantas horas de trabajo. Le asustó, cierto, pero mantuvo la calma y pensó que era su propio agotamiento el que la hacía tener alucinaciones auditivas. Los rasguños en la cama no son tan inhabituales ¿no? Muchos los hemos oído. Son visitantes que quieren comunicarnos que "están ahí también, que no estamos solos".
Claudia vivió con esa extraña experiencia unos días y terminó por acostumbrarse, pero una noche ocurrió algo terrible. Estaba tumbada en la cama, descansando, su marido estaba afeitándose en el baño, y de pronto unas lucecitas de un tamaño algo mayor que el de las canicas, blancas azuladas y brillantes, comenzaron a salir de debajo de la cama.
Subieron, ascendieron hasta ponerse encima de ella, y bailaron.
Claudia las miró estupefacta, tragó saliva y respiró profundamente. ¿Qué era aquello? ¿De dónde salían? ¿Qué las producía?
Y entonces las luces comenzaron a bailar con movimientos más bruscos, y una poderosa fuerza salió de ellas. La chica notó esa fuerza en puñetazos y patadas invisibles que la golpeaban y estampaban contra las paredes... Gritó, y su marido se cortó con la gillette. Cuando él iba a salir la puerta del cuarto de baño se cerró de golpe.
Claudia sufrió una paliza que la dejó destrozada, y no pudo hacer una denuncia, porque en qué comisaría iban a escuchar semejante historia sin echarse a reír.
Tratamientos psicológicos y psiquiátricos, calmaron las inquietudes mentales de Claudia, mas no volvieron a aquella casa. Una tía les dejo su piso que estaba deshabitado hacía ya tiempo
La pareja tuvo un niño, hermoso y muy deseado.
Una noche Claudia y su marido se acostaron como de costumbre. Él se durmió rápidamente, ella tenía el sueño más flojo, de modo que cuando empezaron los arañazos ella los oyó y se puso alerta.
Lo primero que pensó al oír ruidos que no supo identificar debido al miedo, fue que habían entrado ladrones en la casa. Despertó a su marido sin abrir siquiera la luz y le pidió que escuchara y mirara a ver si había entrado alguien al hogar.
Él se despertó, escuchó y dijo: "Son arañazos, será el perro".
Si apenas hacer movimiento encendieron la luz y vieron al animal dormido a los pies de la cama. No había sido él. Volvieron a apagar la luz pero esta vez se reanudaron los arañazos, y cada vez parecía más claro que se estaban haciendo en la puerta cerrada de la habitación.
El trato de calmar a Claudia diciendo que igual era un ratón, y que si era así, lo pillaría, porque los ratones, al ver una luz, se quedaban inmóviles momentáneamente. Y lo hizo, pero la luz demostró que allí no había ratones. Despertaron al perro, que se puso nervioso.
Volvieron a hacer otra prueba y cada vez que apagaban la luz se escuchaban los rasguños sobre la madera de la puerta. Los dos aferrados y muertos de miedo se acercaron a la puerta, miraron a ambos lados. Nada.
Se dirigieron al comedor, pensaban en su hijo que estaba durmiendo, no querían que se despertaran e intentaron caminar en silencio.
Súbitamente Claudia tuvo un pálpito.
- ¿Qué día es hoy?  Pregunto a su marido
Él le dijo la fecha exacta.
- ¡Hoy hace un año de las luces, las luces! -Exclamó ella.
El resto de la noche no se escuchó ni un rasguño más.
Claudia no logro dormir, daba vueltas en la cama, se sentía aterrada.
Agotada quedo dormida, y sobresaltada despertó al escuchar una voz.
Sugestionada llamo a su marido, este hizo caso omiso, ella se levantó y se dirigió por el pasillo a la habitación del niño y esta vez notó que la voz estaba "pegada" a su oído. No tenía claro si se trataba  de una voz femenina o masculina pero lo que sí tenía claro era que lo había oído lo suficientemente fuerte como para arrancarla de sus pensamientos.
Entro a la habitación de su hijo y aterrada empezó a gritar, el niño levitaba en su cama con los ojos abiertos, rodeado de luces  blancas azuladas y brillantes.
Claudia gritó hasta quedarse afónica "amor llama a la policía". Cuando llegó la policía, uno de los oficiales que entró tuvo que salir a vomitar.
Madre e hijo estaban muertos, había sangre por todas partes y un olor putrefacto...
El marido de Claudia se mecía aferrando a su hijo, mientras uno de los oficiales le coloco unas esposas y lo subió al móvil policial.

Lo acusaron de asesinato, su condena fue perpetua.

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