Me comento que tenía ochenta
y seis años… No parece, parece mucho menos, será que lo mantiene más joven el
enorme compromiso de cuidar de ella, algo que se procuró él solito, nadie le
mandó esperarla, aguardar que ella gastara su juventud, su hermosura, hiciera
realidad o al menos lo intentara, sus sueños… Cuando era casi una niña él ya
era mozo, verla y enamorarse, fue todo uno. Nada, ninguna oportunidad ni una
sola ilusión le era posible, pero igual soñaba con ella… Ángela jugaba con todos los que se acercaban a su
vida.
Amaba un día a uno y el siguiente a otro, nadie dejaba de
notar su maravillosa belleza digna de una princesa de otro siglo, nadie dejaba
de caer en las redes de su esplendor. Hasta el más osado y galante quería
llegar a ella y terminaba enamorándose perdidamente… Aun cuando hubiese llegado
allí sólo probando su fama de encantadora de hombres, tratando de burlar dicha
fama…inevitablemente caía en sus redes, sin más…
Un día ella se casó, se supone que el murió un poco, ese
día… Saber perderla era algo que recién comenzaba a aprender… Pero no fue
suficiente, siguió amándola, aun considerándola lejana y de otro… Enrique era
hombre de una sola mujer y esa mujer era Ángela.
No tardó el fracaso de aquel matrimonio, el más famoso en el
tiempo de aquella pequeña ciudad… Familia de mucho dinero, hasta una marca de
automóvil, se había hecho presente en el agasajo… Toda una época cambiaba desde
aquellos viejos coches casi todos negros, y de forma redondeada, parecidos a
los bichos cascarudos que pululaban en las noches de verano, hasta llegar a
estos “botes” de casi cinco metros de largo. Eso ya bastaba para dar realce a
la boda de la más bella entre las bellas… Se sumaba un vestido de larguísima
cola, en colores pasteles, digna de aquellas princesas que por entonces aparecían
en los cines, viviendo fabulosas historias de amores casi siempre con finales
felices… Pero no, ésta no terminó ni comenzó muy feliz… Al poco tiempo como
todo aquello que reluce como el oro y no lo es, terminó siendo oropel,
opacándose volviéndose realmente triste. Su esposo necesitaba de una mujer y
ella era una muñeca de fina porcelana, incapaz de nada que no fuera relucir en
la alta sociedad… Una niña tuvo, hermosa como ella, talentosa como su padre.
Pero ya de vuelta a la casa de sus progenitores todo se había derrumbado a su
alrededor, seguía su belleza pero un halo de amargura se teñía en sus ojos de
esmeraldas… El fracaso, las enfermedades de sus padres, la separación de los
mismos, la consabida pérdida del dinero, todos fueron pasos hacia la caída de
lo que parecía un imperio, y sólo llegaba a ser ahora, una ruina. Ahí, aparece Enrique,
por primera vez en su vida, a pesar de hacer veinte años que ella estaba en la
de el… Ofreciendo, regalándose, amándola, olvidando todo lo sufrido, para recoger
las migajas de algo que, sabía jamás se parecería al amor… Ella sola, con su
niña a la que no sabía ni educar, se refugió en él, sin preguntarse porque, ni
para qué él estaba a su lado, como un vasallo, lo tomó para sí como algo
predestinado… Como si fuera parte de aquellas enormes pérdidas con que la vida
la había sorprendido, el amor de el ni siquiera eso, la sorprendió, se dejó
amar, siguió confiadamente sus pasos. Hasta que tal vez, la locura de su vida
anterior, adosada a otra congénita le hizo perder la razón.
Ahora, ya lejana la vida de esplendor, ni la recuerda, no
puede vivir al lado de quien fue el único hombre que no la olvidó jamás, pues
la esquizofrenia, la tiene atrapada, él sigue a su lado cada domingo, visita el
hospicio donde reside, lleva comidas, cuidando sean las permitidas, por su
endeble salud, la mima, acaricia sus manos, llena de besos su rostro, cuando
ésta lo permite, y no está presenta el fantasma de la sinrazón… Sigue amándola,
como a aquella muchacha que fue, sin diferencias… Dijo que tenía ochenta y seis
años, casi no le creí, pero si, se quedó a vivir en los tiempos de su amor,
tiene aquella misma ropa, los mismos zapatos, todo su dinero va a parar para el
bienestar de ella. Vive por ella, no tengo dudas que cuando ella cierre sus ojos
de esmeraldas, al instante lo hará él…
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