Ocho horas,
quince minutos, treinta y tres segundos
Sus dedos
acarician la pulsera del reloj que le regaló en su primer aniversario
Los sueños se desvanecieron en los ángulos perennes que
formaron sus manecillas de metal.
Los recuerdos heridos por los fragmentos de
cristal de su esfera, rota en el impacto.
Los latidos
silenciados en esa hora maldita en que sus engranajes dejaron de girar.
Las lágrimas
de dolor por una promesa grabada en el acero de su reverso, que ya nunca será
cumplida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario