Carla estaba
en el cuarto, bueno, su cuerpo estaba ahí. En una mano aún sostenía la carta
abierta, recibida esa misma mañana, mientras sus ojos vagaban por la
habitación, como si buscasen las palabras que en ese momento necesitaba
encontrar. Guardaba muchas de esas cartas cerca de la cabecera de su cama, para
poder releerlas pasados los días, cerrando los ojos en las frases que su
memoria guardaba celosamente. Su habitación reflejaba el cuidado que ponía en
la redacción de sus cartas. A pesar de tener una habitación pequeña conseguía
liberar el suficiente espacio para reproducir un ambiente agradable y cálido.
Los días pasaban como si fuesen una copia de los anteriores y ella sentía un
frío indefinido que recorría su cuerpo.
noviembre
fue un mes dominado por la monotonía, dando la sensación de que se movía en un
sueño del que no terminaría despertando. ¿En qué momento había perdido el
contacto con la realidad?,¿ qué aspectos de su propia historia habían pasado
desapercibidos como pisadas en un espacio inmenso?. Las palabras de la carta
venían a ella y se resistía a aceptar que la realidad era todo lo que ahora se
presentaba claramente en su pensamiento.
No pudo
terminar la segunda línea. En el reloj de pared, situado en el pasillo, el paso de los segundos parecían medir la distancia entre el recuerdo y el
olvido. Ya nada podía ahogar el paso del tiempo. Apagó la luz con la que
iluminaba el tablero del escritorio, quedando la carta en suspenso como su
mirada. Desde su ventana pudo observar una ciudad dormida, sólo sus luces daban
testimonio de la agitación de esas vidas durante el día y pasadas unas horas se
rompería ese hechizo nocturno.
La primera
luz de la mañana la despertó, la soledad se resistía a ser relatada una vez más
y faltaban sus ojos una vez más para dar sentido a una pérdida ya insostenible.
Mirar el cielo azul para buscar una sensación recorrida con anterioridad y poder sentir su melodía más acá de la
eternidad.
El paso de
los años había erosionado los esfuerzos de una sola voz por rescatar una y mil
veces su historia de los tentáculos del tiempo y salvar la pasión de los dos de
lo impersonal del olvido. Cansada, sus manos buscaban la pluma para morir en su
tinta la melancolía contenida, las despedidas que su imaginación creaba a este
lado del papel.
Se acercó al
baño y se miró en el espejo pensativa entendiendo que había llegado el momento
de dejarlo ir, de soltar esa mano que había leído su corazón para reconstruir
una vida por hacer y poder seguir el camino de los días.
Cuando él
falleció ella no supo encontrar una forma de seguir sola con su recuerdo,
resguardándose en un mundo donde siempre estaría él. La misma tinta para no
decir adiós. Las noches eran demasiado largas y los días fríos. Tan cercanos. Y
ahora el resto del mundo. Volvería a caminar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario