Las montañas
aún susurran tu nombre, y el azul del mar parece emanar la alegría de tus ojos
cálidos. Siento frío,
mucho frío.
La fragancia
que suspiro es inquieta, soñadora, indudablemente tuya. ¿Dónde estás? ¿Acaso
habitas entre los suspiros del viento
gélido que
azota mi alma con tu ausencia?
Aún puedo
intuir la suavidad de tus movimientos, bañarme en la reminiscencia de tu risa y
beber de tu esencia infinita. ¿Bailamos? Bailemos. Y entre la bruma maliciosa,
bajo la mirada púrpura de la sierra altiva, escribamos la despedida de nuestro
baile eterno con final.
Refugio, tú
no lo sabes a pesar de tu largo caminar sobre el sendero de la vida; pero lo
cierto es que el amor verdadero nunca muere. Y si en la dimensión de los vivos
resulta un sueño imposible, cristaliza irremediablemente en aquellos lugares
donde destiló su fuerza inexorable.
Tal vez por
eso, aún hoy dos fantasmas enamorados bailan abrazados en los últimos rayos del
sol. Ella es una princesa oscura que encontró la luz en el sortilegio de una
mirada inefable. Él es un refugiado en la dulzura de tiernas caricias con sabor
a primavera.
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