Inundación made in Argentina



Este es nuestro hoy, provincias del norte
 Ciudades sumidas en el desastre
Los libros empapados que antes supieron contar cuentos
El espejismo de la negligencia.

La naturaleza nos sujetó con fuerza
Convirtiéndonos en ordinarios animales
Despojados de nuestra ropa
Aferrados a los árboles rezando
Por más ateos que fuéramos.

Y pobres de los que ahora golpean su pecho con fuerza
Lloran con lágrimas secas
Y elevan los dedos índices con facilidad
Intentando tranquilizar el doloroso sentimiento
De culpa que produce el remordimiento.

Pero no
Culpable vos, culpable yo, culpable todos
Culpables los que suponiéndonos amos y reyes
Manejamos el mundo a nuestro antojo
Y desconocemos nuestra innata condición de peones
Hasta que el desastre es ineludible a los ojos.

Desgraciados los que perecieron a la injusta ecuación
De tener mucho o poco
Encontrando la injusta equivalencia
De no tener nada.

Pobres los que vagan alarmados y errantes
Por un océano de barro, de recuerdos hundidos,
Regresando a los restos…

Ahora espontáneas masas divagan por las diagonales
Diversas, heterogéneas
Pero convergen en la desidia y el dolor,
Donde nace la semilla del desasosiego.

Y entonces, las manos comienzan a extenderse
No conocen raza, geografía o edad
Al principio sólo un par de manos
Que luego se multiplican
Por dos, por veinte, por mil
Acortando distancias
En sus palmas traen esperanza
La fuerza requerida para reconstruir los cimientos
De aquellas sonrisas que hoy no ríen.

Aportan la ilusión necesaria
Para perder la paranoia que nos consume
El miedo que nos acongoja
Cuando el firmamento se tiñe de gris.

Acarrean la paciencia necesaria
Para aprender a vivir con los fantasmas
Los gritos, la desesperación, las memorias
De aquella noche que jamás será olvidada.

Por eso, y a pesar de todo, nos sentimos bien,
Sabemos que más allá de la distancia
Lejos, o quizás no tanto,
Se siguen extendiendo las manos que comprenden
Lo que nos espera más allá del horizonte

No parece tan malo…

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