Viril
criatura de perfección divina, que aún sigues atado a la pasión carnal. Déjame contarte
que paso conmigo, cuando ya no pude verte más.
Cerré mis
ojos, oscuridad y silencio, en aquella noche aún inexplicable.
Gritaron mis
oídos, al perverso vacío,
hasta que su grito se hizo insoportable.
Me sentí
caer, en un abismo que pareció arrastrarme a la misma muerte.
Así nada
más; sin más. El cielo quedó perdido y divagando en un ojo de tiempo.
Esa noche la
llama viajó por las constelaciones de tu cuerpo, me dejaste sin tu calor.
Lumbre en el cielo, frío en la tierra.
Las manos
ardieron por tu ausencia, me dejaste resumida a una flama agonizante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario