De pronto su
mirada se desvió hacia el calendario clavado en la pared, y los números
parecían bailar ante él. Extendió su mano y puso la palma sobre la hoja del mes
de Mayo; así notó el movimiento, como de hormigas, que hacían cosquillas en su
piel. Cuando levantó la mano, los números de los días le miraban sonrientes,
pero seguían burlones y saltarines. Él sólo deseaba saber cuánto tiempo faltaba
para la noche, pero los traviesos días no querían decírselo.
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